viernes, 19 de septiembre de 2008

Estocolmo y Pitea '08.

Más vale tarde que nunca. Ahí van mis impresiones del intercambio.

En primer lugar, he de decir que, en general, me ha encantado. Todo estuvo muy bien organizado y pudimos visitar los lugares más importantes de Estocolmo y Pitea sin prisas.



Estocolmo en concreto es una de las ciudades más bonitas que he conocido (o al menos en verano lo es). Es una ciudad no muy grande, tranquila, donde perfectamente se puede vivir. Además, es una cuidad compuesta por islas, por lo que parece que la urbe se adentra el mar. Precioso, simplemente. O, como diría Agustín, elegante.



Por otra parte, alguien tiene que enseñarle al arquitecto de nuestro albergue en Estocolmo que las habitaciones no deben estar dentro de los baños, y que debería que haber más duchas y servicios. Claro que no podremos quejarnos. Estaba situado en una de las zonas más concurridas y animadas de la capital, en la zona antigua. Pleno centro. Y tenía ordenador, otro punto importante.

De los lugares que visitamos en la cuidad, me llamaron la atención el Ayuntamiento, el museo del Vassa y el museo al aire libre de las casitas de madera. También las vistas desde la torre de televisión y radio (a la que sólo fuimos unos cuantos) fueron curiosas. En cuanto al Palacio Real no fue gran cosa, y el desfile duró más de lo que esperaba. Tengo que mencionar también la visita al parque de atracciones. Mereció la pena gastarse 280 coronas...


Dejemos Estocolmo a un lado. En Pitea, como todos sabéis, tuve un pequeño problema con mi sueca. Martha es poco habladora. Unos dicen que es timidez, otros que está un poco marginada... Lo cierto es que es muy de su casa, y que no tiene muchos amigos. Ésa fue, al menos, mi impresión. Con la familia en general, bien. Era una casa "selfservice". Si quieres algo, lo coges. Esto es bueno cuando sabes dónde está la comida, las toallas y demás...



Sin embargo, fueron muy amables conmigo e intentaron enseñarme algo de su idioma. A veces, los hermanos de Martha traían a sus amigos a casa a cenar, lo que amenizaba las comidas. No estuvo tan mal, supongo.

Lo mejor de Pitea, sin duda, las veces que nos reuníamos todos después de cenar. Las excursiones, la fiesta de bienvenida, las películas, el Guitar Hero, la cena en casa de Ben, los yacuzzis, el aquapark... Los suecos se portaron genial con nosotros y se esforzaron por que lo pasásemos bien allí. Lo consiguieron. De hecho, repetiría.



Por último, agradecer a Jose Antonio y Agustín la organización del intercambio.



_ Marina.

PD: Todo sea por mis 200 pavos.

No hay comentarios: